domingo

Donde yo vivo no hay mares ni rios.
Pero hay un puñado de arroyos,
un poco de agua estancada
que se llena de pájaros y se reflejan los atardeceres,
y suena a croares cuando se hace de noche.
Encontrarlos suele ser suficiente para perderse.
Para irse bien lejos, aunque se camine poco.
Para dejarse llevar
para olvidarse o encontrarse.
Mi madre tiene su rincón para llorar
a la vera de uno de estos.
Nadie sabe como llegar, mas que ella.
Me doy cuenta cuando toma su bici y dice "ya vuelvo"
que va a esconderse allá,
a charlarle al agua, a mirar como se esconde el sol con sus estridentes anaranjados.

Hoy encontré un rincón de esos
No es el mío, ese todavía no lo descubro.
Aquí no lloro. No me escondo.
Simplemente me tomo un respiro.